Cultura Galega Adiós, ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos, non sei cando nos veremos. (Rosalía de Castro) Comería a túa alma coma quen come un ovo doce novo, perfecto microcosmos no seu óvalo de nacre. (Estíbaliz Espinosa) Idioma meu, homilde, nidio, popular, labiego, suburbial e mariñeiro, que fas avergoñar ó burgués, ó señorito i o tendeiro. (Manuel María Fernández) Ás veces fáltannos palabras e ás veces sóbrannos, ás veces fáltanos o tempo de dicilas e ás veces pásanos o tempo de calalas. (Baldo Ramos) Os soños cantan coa gorxa xeada, como esclavos fan tocar os tambores. (Manuel Rivas) Mexan sobre nós e temos que dicir que chove. (Castelao) Díxenlle á rula: Pase miña señora! E foise polo medio e medio do outono por entre as bidueiras sobre o río. (Álvaro Cunqueiro)

Bretengetorix


Bretengetorix era el más joven de los jefes de tribus, nunca vencido en combate singular. Se había iniciado en las artes druídicas hasta que una visión en sueños le dijo que su destino era ser el Jefe de la Tribu. 

Rápido como el lobo, astuto como la comadreja, sabio como el búho, fuerte como el oso y noble como el águila, nadie más podría vencer a Abriarix si lo retaba a duelo, el cual estaba obligado a aceptar según las leyes, ya que de no hacerlo, corría el riesgo de perder el respeto de sus hombres. 


Lamentablemente los que lo habían retado antes habían caído en los trucos y trampas de Abriarix, trucos que Bretengetorix conocía muy bien gracias a sus primeros años de estudio. Sin embargo el cuervo, que había sido enviado a espiar al Consejo, fue más rápido que el viento y le informó de los planes a Abriarix. 

Esa misma noche, y por la traición de uno de los guardias, Bretengetorix fue drogado y tomado prisionero, no sin antes enviar a diez de sus captores al encuentro con los dioses. Necesitaron la dosis de droga usada para igual cantidad de hombres antes de que las fuerzas abandonaran al valiente guerrero.

La noticia se difundió rápidamente. El gran Bretengetorix estaba prisionero en las mazmorras, donde había sido desangrado hasta perder el conocimiento, y así se le dejaría como muestra de que ningún poder humano podía oponerse a Abriarix.



El consejo no sabía qué hacer. Los signos eran inequívocos, si el equilibrio no era repuesto pronto, grandes males caerían sobre las tribus. Mientras tanto, la prometida de Bretengetorix, Fandala, que era aprendiz de druida, le pedía a todos los animales que le llevaran su aliento a Bretengetorix, pero ninguno se atrevía a acercarse a la fortaleza.

Las serpientes rodeaban el muro exterior y los cuervos ensombrecían el cielo, hasta se rumoreaba que criaturas “del otro lado” custodiaban el lugar.

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