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¿Fueron descubiertas Australia y Nueva Zelanda por gallegos?


Muy a pesar de que las enciclopedias atribuyan su conquista al inglés James Cook, son muchos los expertos que afirman que Australia y Nueva Zelanda fueron descubiertas por gallegos.

En 1642, cuando el explorador holandés Abel Tasman recaló en Nueva Zelanda, encontró unos graneros sobre pilares. Eran unas construcciones extrañas, que no existían en ninguna otra cultura de esa zona del globo. Hoy, no pocos estudosos afirman que, en realidad, son hórreos. Hórreos gallegos levantados por los aborigenes maoríes. Que hasta el nombre tira al gallego... Se les llama "Pataka" 

El origen de esta historia está en la expedición que, en 1525 partió desde A Coruña hacia la India comandada por García Jofre de Loaísa. Su objetivo era consolidar los descubrimientos hechos por Magallanes tres años antes. Y se convirtió en la segunda flota que logró circunnavegar la Terra.

Entre los hitos de esta expedición está el rescate de Gonzalo de Vigo, un grumete vigués que se había perdido en la campaña de Magallanes y que sobrevivió durante cuatro años en la isla de Guam, viviendo con los nativos. Por asombrosa casualidad, fue encontrado por la nueva flota y está considerado el primer Robinsón del océano Pacífico. 

Había palabras gallegas en la lengua de los aborigenes, que tenían un Dios Oro.

Pataka

Pero antes de este hecho insólito, sucedió otro que marcaría esta historia: el extravío de la carabela San Lesmes, que se perdió en el océano y jamás fue encontrada. El buque, de 80 toneladas, llevaba cincuenta tripulantes, de los que la mayor parte, unos treinta, eran gallegos.

Durante siglos, poco se supo de la suerte de estos hombres, excepto por un hecho muy extraño: hay palabras y topónimos en gallego en Australia, Nueva Zelanda y algunas islas del archipiélago polinesio de Tuamotu. Hoy se da por cierto que su origen está en los náufragos gallegos de la San Lesmes.

La primera teoría la expuso Roger Hervé, conservador del Departamento de Mapas de la Biblioteca Nacional de París, que en 1982 publicó "El descubrimiento fortuíto de Australia y Nueva Zelanda por navegantes portugueses y españoles, La carabela perdida".

Pero fue en 1988 cuando el historiador Robert Langdom, de la Universidad de Canberra, publicó "La carabela perdida" (The lost clavel. Pacific Publications, 1988), en la que afirma que los gallegos se establecieron en Nueva Zelanda, Australia y la isla de Amanu, donde narraciones orales cuentan la llegada de la San Lesmes.

El profesor Langdom (quien por cierto comparte nombre con el protagonista de El código de la Vinci), asegura que el navegante inglés James Cook, que llegó a Australia 240 años más tarde, encontró población blanca en algunas islas y en la costa australiana. También localizó palabras que identifica cómo gallegas. Además, cree que la religión de Amanu, única en la zona, adora al Dios Ouro, lo cual identifica con el ansia por este metal de los europeos recén llegados. 

Al igual que, en la misma época, hacía Hernán Cortés en el imperio mexica, la obsesión de los conquistadores era el vil metal. Tanto preguntaban por el oro que los aborigenes llegaron a darle carácter divino y a adorarlo.

Pero, para que el caso sea redondo, el historiador australiano dice que los graneros que empezaron a construirse en Nueva Zelanda en el siglo XVI no son otra cosa que hórreos. Hórreos gallegos en las antípodas.

El estudio de Langdom concluye que la San lesmes fue arrastrada por una tormenta y encalló en Amanu. Allí se desprendieron de los cañones, para reflotarla. Según él, estas son las baterías del siglo XVI que encontraron en 1969 los franceses, durante la construcción de la base militar de Lo ha, para las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa. 

Los gallegos se establecieron en estas islas, donde alcanzaron una posición preeminente. Tras reparar la carabela, intentaron viajar a las Molucas, pues sabían que esas islas, llamadas entonces "de las especias", eran el objetivo de la Corona española. Y que, si bien ya no podrían contactar con la expedición de Jofre de Loaísa, tal vez encontrarían otra expedición o la ciudad fuerte que pretendían fundar sus compatriotas.

Pataka

Los esfuerzos de los náufragos de la San Lesmes fueron inútiles. A bordo de su maltrecha carabela sólo consiguieron vagar por Australia y Nueva Zelanda, dejando su cultura, una lengua, y, por lo visto, un buen puñado de descendientes. Que serían los blancos que luego encontraría el capitán James Cook.

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