Cultura Galega Adiós, ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos, non sei cando nos veremos. (Rosalía de Castro) Comería a túa alma coma quen come un ovo doce novo, perfecto microcosmos no seu óvalo de nacre. (Estíbaliz Espinosa) Idioma meu, homilde, nidio, popular, labiego, suburbial e mariñeiro, que fas avergoñar ó burgués, ó señorito i o tendeiro. (Manuel María Fernández) Ás veces fáltannos palabras e ás veces sóbrannos, ás veces fáltanos o tempo de dicilas e ás veces pásanos o tempo de calalas. (Baldo Ramos) Os soños cantan coa gorxa xeada, como esclavos fan tocar os tambores. (Manuel Rivas) Mexan sobre nós e temos que dicir que chove. (Castelao) Díxenlle á rula: Pase miña señora! E foise polo medio e medio do outono por entre as bidueiras sobre o río. (Álvaro Cunqueiro)

La leyenda de Duio, en Finisterre


La tradición oral gallega, corroborada en el legado descriptivo de los geógrafos de Roma, recuerda todavía el antiguo origen de este poblamiento y las creencias paganas de sus habitantes: en este lugar se encontraba la ciudad de Dugium, capital cosmopolita y comercial de los Nerios, pueblo céltico que habitaba en el poniente de la Costa da Morte.

Un desastre natural, atribuido a causas divinas, inundó y destruyó la ciudad, que nunca más volvió a recuperar tal preponderancia a pesar de ser repoblada, como hacen constar los importantes hallazgos arqueológicos de la época céltica y galaico-sueva descubiertos la zona.

La nueva ciudad de Duio yace en la base del vigía atlántico Cabo da Nave, geográficamente el más occidental de Galicia y testigo de incontables naufragios en la explosión del furioso y gris mar contra cortantes acantilados. En las laderas de la Nave, en las montañas de Veladoiro y Pión, se conserva un cromlech como resto de un antiguo conjunto megalítico también formado por un menhir de 8 m. de altura. Tres kilómetros al norte, comunicado por senderos que se asoman a poderosos acantilados, se encuentra el espectacular castro de Ponta do Castelo; Es un interesantísimo ejemplo de fortificación marítima, arriesgadamente encajada en lo más alto de un acantilado. El castro estaba defendido de posibles ataques por los incesantes remolinos oceánicos, pudiendo únicamente acceder al interior de la habitación a través de una puerta entre dos defensas que sólo el desafiante vuelo de las gaviotas era capaz de traspasar

Las legendarias tierras de Duio ofrecen un bello complemento para el tranquilo ocio gracias a la rica variedad natural de sus tres playas. La turística playa de aguas tranquilas de Langosteira, situada en el interior de la ría enfrente al Monte Pindo, es el centro de encuentro de los veraneantes de Fisterra. Bañada por el Atlántico, la remota y paradisíaca pequeña playa de Arnela se encuentra encajada entre quebrados acantilados. También solitaria y abierta hacia el Atlántico, el largo arenal de Rostro forma un rico ecosistema dunar que contiene al impetuoso Mar do Rostro, del cual dicen los habitantes del lugar:

Mar de Rostro,
si te casaras,
te ablandabas.

Playa de Lagosteira, en Duio, Finisterre

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