Por las aguas del río Miño corre una leyenda que va de montaña en montaña, por otros picos que dominan su cuenca. Allá encima, la visión del Paradanta y de San Mamede, San Xulián do Monte Aloia y Santa Tegra, derramándose hasta las vegas de la ribera.
Se cuenta que un día recurrían estas tierras del Baixo Miño los siete santos hermanos, San Felipe, San Pedro ad Vincula (San Fins de Arbo), San Marcos, San Mamede y San Telmo. Este último, San Telmo, se ahogó al bañarse en el río Miño.
Con el fin de ver pasar el muerto entre la corriente del río y poder rescatarlo, suben todos las más altas montañas del lugar, menos San Marcos, que queda solo en un pequeño alto, muy cerca de la Estación de Arbo, con el fin de verlo pasar antes y recogerlo; pero el cansancioo hace que se quede dormido y mientras tanto pasa el cuerpo de San Telmo que solo flota cuando el río se remansa en las Vegas del río Louro, en la desembocadura de este río.
Al remansarse se ve como del ahogado sale un halo luminoso que hace que lo vean los otros santos, que así bajan de las montañas, lo quitan del agua y le dan sepultura en Tui, además lo convierten en el patron de la ciudad.
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