Cultura Galega Adiós, ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos, non sei cando nos veremos. (Rosalía de Castro) Comería a túa alma coma quen come un ovo doce novo, perfecto microcosmos no seu óvalo de nacre. (Estíbaliz Espinosa) Idioma meu, homilde, nidio, popular, labiego, suburbial e mariñeiro, que fas avergoñar ó burgués, ó señorito i o tendeiro. (Manuel María Fernández) Ás veces fáltannos palabras e ás veces sóbrannos, ás veces fáltanos o tempo de dicilas e ás veces pásanos o tempo de calalas. (Baldo Ramos) Os soños cantan coa gorxa xeada, como esclavos fan tocar os tambores. (Manuel Rivas) Mexan sobre nós e temos que dicir que chove. (Castelao) Díxenlle á rula: Pase miña señora! E foise polo medio e medio do outono por entre as bidueiras sobre o río. (Álvaro Cunqueiro)

Leyenda del Coto da Recadeira en Mondoñedo


En el Coto da Recadeira, Mondoñedo, Lugo, existe una leyenda sobre un gran tesoro que Cultura Galega quiere contarte. 

Se dice que una vez uno de Silán, dirigiéndose a Mondoñedo, se puso a almorzar cerca de una roca, al tiempo que un pájaro se iba acercando a él; miró para donde aquel pájaro se había metido y, al no ojear ningún agujero ni larguero, levantó una piedra pequeña y, que fortuna la suya, ya que encontró un tesoro de muchos miles. Tanta plata y oro allí había, que al mismo tiempo de hacerse rico al descubridor, donó toda la plata con que están hechas las cruces parroquiales de las iglesias del Valadouro.

En la Recadeira es donde más tesoros se encuentran. Uno que le llaman Cacheiras encontró una piedra de oro que le valió 22 onzas. Rosende Rubal encontró una bolla y dos bollos. Una hija del Enero, una piedra como un puño que dio a no sé quien, y este para no devolvérla, le dijo que se había deshecho como barro. El Cabrito, un báculo de oro polvo el que le dieron 9.000 reales, y cuentan que en la Exposición de París ya daban más de 60.000; era de cerca de un metro de largo con dos bollas en las puntas, huecas, y grabada en medio. El hijo de Alitán de la Cima encontró una piedra por la que le dieron más de cuarenta duros. Otro encontró un aro, pero no era de oro.



Una vez era un vecino de Viloalle que supo que en Madrid había un libro que daba cuenta del sitio donde estaba el tesoro. Lo mandó buscar y le encontraron el libro, el cual, decía los nombres de los sitios tal como hoy son.

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