Ver caballos sueltos, pastando tranquilamente, en hábitat natural, y que se dejan tocar, rompe esquemas. Y ahí están, libres, sujetos únicamente a una pequeña cuerda suelta que pasean, y que servirá de amarre para los controles rutinarios. La única precaución a tomar es no acercarse por detrás. Hacerlo rompería algo más que esquemas.
Caballos sueltos en Cabo Udra
Cabo Udra, en Bueu (Pontevedra) forma parte de la Red Natura 2000 como espacio natural protegido de Europa. Sirve de paso migratorio, y de morada para gaviotas y currucas, papuxas en gallego: papuxa cabecinegra, papuxa encapuchada, papuxa montesa, y otros tantos según un letrero. Y ofrece multitud de vistas panorámicas, donde el mar siempre está presente y es protagonista.
Está flanqueado por dos playas, la de Mourisca por la derecha, y la de Ancoradouro por la izquierda. La primera aún conserva restos de una fábrica de salazón, y sus barcas fondeadas la llenan de colorido. La segunda, es más pequeña.
Playa en Cabo Udra
Senderos que se bifurcan una y otra vez compiten con el pequeño recorrido señalizado con estacas de madera e indicadores verdes que lo rodea. La vegetación es abundante, con moras que salpican el camino y favorecen las paradas. Hay rocas por todas partes, y sus formas redondeadas atestiguan el paso del tiempo, donde el viento y el agua han dejado huella. Aprovechando su gran tamaño, se construyeron los Chozos de Esqueiros, refugio de pastores, según cuenta otro de los letreros informativos.
Cabo Udra mira incesantemente hacia la isla de Ons, y a su derecha, y hacia el norte comienza la ría de Pontevedra. A su izquierda está Punta de Couso, y juntos delimitan la Ría de Aldán, la más pequeña de las Rías Baixas.
Los caballos seguirán ahí, libres. No se escapan, saben que estarán bien en el cabo.
Cabo Udra
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