Su modo de operar era muy simple: en las noches de tempestad, liberaban vacas con candiles en los cuernos, de modo que el barco que navegaba frente a la costa, al ver la lucecita moverse, creía que había otra nave o población muy cerca. De esta manera, el barco se aproximaba más a la costa para protegerse, sin darse cuenta de que estaba a aproximarse a peligrosas rocas y a un final seguro.
Aunque los piratas de tierra de Galicia son los más famosos, hay constancia de la existencia de los mismos en Bretaña, Cornualles, Irlanda y en el País de Gales. Se piensa que, como ocurría en la piratería marítima, los piratas de tierra tenían establecidos sistemas de información entre ellos. Así, el paso de barcos con certas mercancías por delante de estos territorios ya era conocido antes de que el navío llegara a determinada zona. Es curioso observar que todos estos polos de piratería terrestre tienen un denominador común: la raíz finisterrana y céltica, así como las antiguas relaciones entre todos estos pueblos.
Ilustración de Raqueiros.
La explicación de estas prácticas de piratería es muy simple; las primitivas vías de comunicación (hasta los años 1950 no llegan las carreteras de asfalto), la incomunicación de las aldeas y la falta de relaciones con la gente del exterior, una base económica dependiente de la pesca, y la dureza del invierno en estas tierras (podía pasar mucho tiempo sin salir al mar), causaba que un buen modo de asegurar el sustento fuera este tipo de piratería.
De igual manera, la existencia de los "derechos de naufragio", que daban derecho al señor feudal a un porcentaje del valor de los bienes del barco naufragado, hacía que se acogieran estas prácticas y que estuvieran casi legalmente protegidas por el dueño de las tierras, ya que para el noble suponía unos ingresos que de otro modo no conseguiría. Incluso se habla de la información a los raqueiros por parte del señor, a fin de que se hicieran con el botín.
Todavía hoy se pueden oir muchas historias sobre sucesos con este tipo de gentes, los raqueiros; gentes que, según las leyendas, nadie conocía, pero que sí existían y utilizaban la noche para moverse por sus propios caminos buscando posibles presas.
Ilustración de un barco aproximandose a las rocas
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