Cultura Galega Adiós, ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos, non sei cando nos veremos. (Rosalía de Castro) Comería a túa alma coma quen come un ovo doce novo, perfecto microcosmos no seu óvalo de nacre. (Estíbaliz Espinosa) Idioma meu, homilde, nidio, popular, labiego, suburbial e mariñeiro, que fas avergoñar ó burgués, ó señorito i o tendeiro. (Manuel María Fernández) Ás veces fáltannos palabras e ás veces sóbrannos, ás veces fáltanos o tempo de dicilas e ás veces pásanos o tempo de calalas. (Baldo Ramos) Os soños cantan coa gorxa xeada, como esclavos fan tocar os tambores. (Manuel Rivas) Mexan sobre nós e temos que dicir que chove. (Castelao) Díxenlle á rula: Pase miña señora! E foise polo medio e medio do outono por entre as bidueiras sobre o río. (Álvaro Cunqueiro)

La luz de Vilar de Cans, en Maceda, Ourense


En las noches más oscuras y frías del invierno, las gentes de las aldeas al este de la Sierra de San Mamede, podían ver una pequeña luz como si fuera de un candil, a la vez que escuchaban voces como llegadas del infierno, convertidas en rezos que llamaban por la muerte. Poco después, la luz y los rezos desaparecían tal y como habían llegado.

Según cuentan los viejos, un chico, obstinado de saber lo que tal ocurría, decidió refugiarse en un balado del camino por el que solía pasar la luz. El chico temblaba con el miedo y con el frío, mientras esperaba hasta que pudo ver la luz que poco a poco se le acercaba. Escuchaba los rezos más y más cerca. 

Cuando la luz ya le permitía ver sus manos y su cuerpo, y al tiempo que levantaba la cabeza para mirar lo que estaba ocurriendo, recibió una bofetada que lo arrastro cuatro o cinco metros por el balado abajo, lo que provocó que se desmayase hasta la mañana siguiente.


Nadie de aquellas aldeas pudo mirar de cerca nunca hacia aquella luz. Los que lo recuerdan prefieren no hablarlo con cualquiera, y los que lo cuentan dicen que era la muerte que venía en la búsqueda de algún vecino. 

Hoy, en las noches oscuras y frías de aquellas aldeas no hay ni luz ni rezos, pero pese a que ya nadie cree esta historia y todos sabían lo que ocurría, a los que le entró el miedo en el cuerpo ya no les volvió salir.

Así se cuenta en Vilar de Cans, ayuntamiento de Maceda (Ourense).





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