Galicia resultó fuertemente romanizada, motivo por el cual los más importantes ritos celtas quedaron perdidos para siempre. Y por si había sido poco, los restos de cualquier señal de paganismo fueron borrados por la Iglesia cristiana y por las sucesivas olas del Estado.
Tan sólo perviven como recuperadas algunas festividades, como la de Cedeira, y en otras villas aun se guarda la tradición de las antorchas. Esta segunda es muy simple: consiste en encender unas antorchas y marchar en procesión para hacer una gran hoguera.
Todos los que participan en esta ceremonia afirman que es parte de una tradición muy vieja, que de hecho podemos creer que se pierde en la noche de los tiempos, pero la fiesta que realmente es más próxima a la tradición del Halloween es la fiesta del Samhaín de Cedeira.
Los vecinos de Cedeira celebran la noche de Santos desde hace ocho años gracias a la recuperación del Samhaín por parte de la asociación cultural "Chirlateira" propiciando que cientos de personas, niños en su mayor parte, salgan a la calle con calabazas talladas en forma de calavera con una vela en su interior. La fiesta suele comenzar alrededor de las cinco de la tarde y se hace un recorrido por las calles más oscuras de la villa a la brújula de la música de un tambor, como si de la "Santa Compaña" se tratase.
Fiesta del Samhain de Cedeira
En el Ayuntamiento de la Illa de Arousa los niños se levantan antes de que salga el sol y recorren las calles y tiendas el día 1 de noviembre pidiendo con una algarada tradicional:
"Unha limosniña polos defuntiños que van alá".
Reciben dinero, naranjas, lápices, panecillos de pan y chucherías.
Y en Xil, una parroquia del ayuntamiento de Meaño en la ladera del monte, entre el tuerto y el hosco sus habitantes suben en procesión al cementerio portando velas.
Desde abajo, se observa una "Santa compaña" de luces oscilantes, y en el mismo cementerio no son pocas las viudas que quedaron toda la noche allí, velando a sus muertos.
La práctica de ponerse un disfraz en la fiesta de Halloween tiene su origen en la noche en la que los druidas enardecían el fuego central en el que todos los demás debían ir encendiéndolo con el fuego de sus antorchas. Durante ese ritual la gente llevaba disfraces, hechos de cabezas de animales y pieles, para asustar a los "Malos Espritos". También podían ser una representación gráfica de los fantasmas y duendes que acechaban en la noche.
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