El Monasterio de San Julián de Samos está situado en la localidad de Samos, Lugo. Este monasterio remonta su fundación a la época altomedieval. Según el Padre Sarmiento (abad del monasterio entre 1717 y 1721), el topónimo del ayuntamiento en que se enclava deriva de la palabra Samanos, que quiere decir, lugar donde se habita en comunidad.
La primera referencia del Monasterio de Samos es hacia el 655, cuando algunos autores atribuyen al obispo de Lugo, Ermefredo, el haberse encargado de restaurar la vida religiosa en dicha institución. Este hecho parece confirmarse por una lápida rota en tres fragmentos, descubierta en el año 1753 en uno de los muros del claustro viejo. Sin embargo, hoy sólo poseemos noticias acerca de la misma, puesto que este testimonio histórico se perdió durante la exclaustración de la comunidad dictada en el año 1835.
Los monjes de Samos adoptaron desde el año 960 la orden de San Benito. Sin embargo, en el año 1167, se agregó la comunidad a la orden del Císter, dejando el hábito negro y tomando el blanco.
Los dominios del monasterio de Samos fueron ampliados y renovados a lo largo de toda la Edad Media, momento en que el monasterio fue haciéndose con importantes rentas y propiedades gracias a las donaciones reales y de la nobleza. Una de las más importantes es la bula otorgada por el Papa Alejandro III, quien en el año 1175 concederá al monasterio importantes derechos jurisdiccionales y rentas sobre algo más de un centenar de iglesias gallegas. El monasterio tenía un coto que abarcaba 34 parroquias, territorio sobre el cual el abad del monasterio poseía la jurisdicción civil y eclesiástica. Además, llegaron a depender de Samos unos 25 monasterios.
En el monasterio de Samos hay una leyenda. Se dice que un viejo monje vio en sueños como un pájaro con alas de oro revoloteaba sobre un lugar próximo a donde él, con los hermanos conversos y criados del monasterio, construían los hornos y talleres de la herrería. El pájaro, cansado de volar, se posó sobre una peña. Al poco rato la peña se abrió y el ave emprendió nuevamente el vuelo, siguiendo un túnel que quedó descubierto al abrirse la peña. El sueño se repitió varios días y entonces, reunidos los monjes, determinaron ir en comunidad hasta el lugar señalado en el sueño, para ver si había la roca que aparecía en el sueño y comprobar la existencia del túnel. Así lo hicieron, y removida la roca, entraron en la galería, que se iluminó al llegar los monjes, y en la cual encontraron el cuerpo incorrupto de un ermitaño y gran cantidad de barras de oro.
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