En el año 1721, en Rairiz de Veiga, se edificó la capilla en honor a la Virgen de la Merced de A Sainza, por iniciativa de un vecino del lugar. Después de una época de abandono, volvió al lugar un natural del lugar, Manuel Alonso Dorado, canónigo de a Catedral de Ourense, dándole una nueva vida al templo.
Lo hizo para cumplir una promesa a la Virgen de la Merced, a quién había encomendado una vez cuando estaba en África en una situación de peligro de muerte. En 1840, para saldar su deuda con Nuestra Señora, incorpora o recupera (según diferentes opiniones) la batalla de moros y cristianos en el marco de la romería mariana. El evento enseguida incrementó la popularidad de la Santa de A Saínza, pues no pasó mucho tiempo antes de que el párroco tuviese que solicitar al obispado la licencia para celebrar la eucaristía fuera de la capilla, debido a tan alto número de asistentes.
La fama de la batalla llega hasta nuestros días ya que está declarada Fiesta de Interés Turístico. La romería comienza con la procesión de la Virgen desde la iglesia de San Xoán de Rairiz hasta la capilla de A Saínza, su ubicación permanente. La imagen, vestida con sus mejores mantos, hace el recorrido en un carro con ruedas del que van tirando varios devotos. Al frente de la comitiva procesional va el ejército cristiano, con todos sus efectivos montados a caballo.
La comitiva se detiene en el campo de batalla, donde se celebra la eucaristía, esperando con ello que Nuestra Señora de la Merced dé fuerzas a las tropas cristianas. Allí invoca el capitán de los cruzados su ayuda con las siguientes palabras:
"Guíádenos coa vosa poderosa man, a man da victoria!"
Entonces, en un descuido de la guardia, los moros roban el pendón de la Virgen, llevándolo a su fortaleza (pequeña torre construida para la recreación en la romería). Los cristianos, tratan de recuperar el símbolo de su fe y se enzarzan en un primer choque del que salen vencedores los musulmanes.
Tras una reorganización de tropas, el general del ejército cristiano envía a un emisario para exigir la rendición de los infieles y la devolución del estandarte, tratando así de evitar el derramamiento de sangre. Los correos son recibidos con la burla de los de los moros, y son entonces los jefes de ambos ejércitos los que se acercan para negociar en el centro del campo de batalla. Se establece entre ellos un diálogo que se conoce con el nombre de 'parlamento'.
Al no llegar a acuerdo da comienzo la batalla, la cual ganan los cristianos después de una dura batalla, con lo que cambian la enseña de la media luna por la cruzada, como símbolo de la conversión de los musulmanes al cristianismo. Los vencedores regresan entonces junto a la Virgen para agradecerle por darles fuerzas durante la batalla.
El acto finaliza con un fervoroso discurso de agradecimiento por parte del capitán cristiano, quien declara al pueblo que, desde ese momento, la Virgen de la Merced será su patrona.
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